La cuarta ley de la espiritualidad nos dice que cuando termina, es
porque está terminado.
Las etapas o siglos de la vida tiene su nacimiento, su evolución y su
ocaso, esa ley se cumple en todo, en los
seres y habitantes de esta planeta, sean animales vegetales o humanos.
Y la naturaleza lo acepta como parte de su evolución, pero los más
reacios a aceptar esta ley somos los seres humanos, los que vivimos pensando
que nunca moriremos, y esa filosofía contraria a los siglos naturales, la
pretendemos aplicar a todo en nuestra vida, sin reflexionar que en cada
oportunidad que tenemos de prolongar algo que ha terminado, no solo dañamos lo
experimentado sino que no permitimos que cosas nuevas lleguen.
Una relación, un trabajo una amistad una vida todo termina y todo
cambia.
Cuando aceptamos esta ley, actuaremos siendo agradecidos y valorando lo que llega a nuestras vidas, y
no esperar cuando a que haya terminado
para valorarla experiencia o la relación.
Saber comprender los siglos y cuando algo termina, nos da la madurez de
continuar, sin penas o angustia por lo terminado, y esperando con fe, esperanza y alegría lo
próximo que llegara a nuestra vida.
Cuando algo termina nos indica que
el tiempo se terminó y uno nuevo comienza, vivir la terminación de algo o alguien
con tristeza, nos indica que no supimos disfrutar
a pleno ese tiempo, sean cual hayan sido los motivos de que terminara, entender
que debemos aceptarlo.
Victor Roude