Criemos a niños que no tengan que recuperarse de
sus infancias
Definitivamente
los hijos no llegan a los padres junto a un manual de instrucciones, la crianza
dependerá en la mayoría de los casos de modelos vividos, de alguna información
leída o escuchada y en uno de los mejores escenarios de la intuición.
Se
presenta el dilema de experimentar en cuanto a la crianza de los niños,
realizando un esfuerzo por respetar sus etapas, por ser lo más
cuidadosos posibles o sencillamente montarse en la ola de los que
argumentan ser personas de bien, luego de haber sido criados sometidos a
castigos, golpes o cualquier tipo de autoritarismo.
Es
mucho más sencillo no nadar contra la corriente, seguir patrones que vienen
repitiéndose de generación en generación, que dedicarse a hacer las cosas
de una forma diferente, resulta más fácil, primero porque es lo que
normalmente, sin mucha teoría y lastimosamente con mucha práctica, vivimos y
porque hacerlo de otra manera requiere mucha más dedicación.
La
crianza respetuosa se basa principalmente en la atención, en la empatía y principalmente
en el respeto. Las acciones de los niños, encierran mucho más de lo que se ve,
los niños están en un proceso de aprendizaje en donde no cuentan con muchos
recursos para expresar sus emociones y si no los ayudamos a canalizarlas de una
forma adecuada, sino que los reprimimos y maltratamos, estaremos generando en
ellos un mal profundo.
Ser
padres es una decisión y con ella debería venir el compromiso de hacerlo lo
mejor posible y esto debe incluir romper paradigmas de ser necesario. Abrir los
ojos en cuanto a lo que estamos haciendo y evaluar objetivamente nuestro rol en
la vida de esos pequeños que dependen completamente de quienes lo han traído al
mundo.
Existe
una muy baja tolerancia a las acciones normales de los niños, a sus pataletas,
a su llanto, a sus berrinches y muy poco interés en buscar el porqué de
esa conducta, solo se quiere salir de la situación incómoda de la forma más
rápida posible y con los menores efectos colaterales, aunque esto represente
aplicar la “autoridad” que se ha ganado por imposición y no por respeto y
confianza.
Hay
una brecha entre el respeto y el miedo, los hijos deben respetar a los padres,
pero no temerles, el temor solo siembra falta de confianza, resentimiento y
rebeldía en los niños. Cuando vemos un niño al que le hacen callar con una
mirada, estamos viendo a un niño que probablemente no tenga ninguna libertad
para expresar sus emociones, que ha sido reprendido de forma inadecuada y
sencillamente tiene miedo a un castigo.
La
presión social puede llevar a muchos padres a sucumbir al poco acompañamiento
de los hijos en sus etapas: Por qué llora tanto? Vas a
dejar que haga ese berrinche? Si no le pones carácter va a ser contigo lo que
quiera. Lo que está es manipulando. Yo en tu lugar ya le hubiese dado una sola
nalgada. En fin, millones de comentarios y opiniones de los gurús de
la crianza que no soportan ver a un niño manifestándose mediante a sus recursos
en las edades que les corresponda.
No
se trata de reprimir al niño, se trata de entender el por qué está reaccionando
de una forma particular y acompañarlo en el proceso, aunque esto signifique
abrazarlo en medio de una pataleta. Mientras mayor es la comunicación con el
niño, mientras más se le explica empáticamente lo que le ocurre es más fácil
que aprenda a dar otro manejo de sus emociones.
Dediquemos
a los niños el tiempo que merecen, actuemos como sus padres, sus cuidadores,
aquellos que los pondrán sobre cualquier persona, respetemos sus etapas, el
manejo de sus recursos y ayudemos a cambiar al mundo a través del amor y la
tolerancia, no desde el miedo y la represión.
Extraído de Rincón del Tibet